La respuesta de estrés es una respuesta de adaptación de nuestro organismo a las demandas del entorno. Cuando nuestra mente o nuestro cuerpo detectan que hace falta una dosis extra de «energía» para conseguir un objetivo (sobrevivir, encarar una conversación importante, cumplir con unos plazos…), desencadena toda una respuesta «automática» y fundamentalmente bioquímica que nos inyecta en vena una potente hormona llamada cortisol.
El cortisol provoca alteraciones en muchas funciones:
- En el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas. O sea, que dependiendo de los niveles de cortisol es como tu cuerpo maneja el uso de todo lo que comes.
- Regula los niveles de inflamación en tu cuerpo.
- Controla tu presión sanguínea.
- Equilibra los niveles de azúcar en la sangre (glucosa).
- Controla tu ciclo de sueño y vigilia.
- Eleva la energía para que puedas manejar el estrés.
- Ayuda a equilibrar la sal y el agua del cuerpo.
- Influye en la memoria y la concentración.
Un aporte extra de cortisol a corto plazo, ante una dificultad o reto puntual, es absolutamente deseable y contribuye a nuestra supervivencia. Sin embargo, un exceso de cortisol a largo plazo puede alterar todas las funciones anteriores. Cuando el estrés se convierte en crónico, los niveles de cortisol se mantienen siempre altos, lo que equivale a decir que nuestro cuerpo está en un estado de lucha o pelea interna y ninguno de los sistemas indispensables para la supervivencia funcionan como debieran.
La respiración ayuda a poner calma y serenidad
El sistema respiratorio es uno de los sistemas alterados por la acción del sistema nervioso simpático, en respuesta a la adrenalina y el cortisol, acelerándola y haciéndola en más superficial, y produciendo una insuficiente aireación de nuestras células. Los ejercicios de respiración consciente despiertan al sistema nervioso parasimpático y la acción de otras hormonas, que al contrario que el cortisol, nos preparan para la tranquilidad, la calma y la toma de decisiones reflexionada, produciendo un profundo estado de bienestar.
Los ejercicios de respiración son, por tanto, una medida sencilla, rápida y muy eficaz para manejar el estrés y los estados de ansiedad. Esto se debe a que lo primero que pasa cuando te estresas es que tu frecuencia cardíaca aumenta, por acción del cortisol, la hormona del estrés; por tanto, tu respiración también se acelera.
Al hacer ejercicios de respiración se contribuye a que ese proceso fisiológico tome el camino de vuelta. Una respiración pausada hace que la frecuencia cardíaca disminuya y con ello vaya desapareciendo esa sensación de temor y tensión interna que acompaña al estrés.
No necesitas realizar toda una sesión de relajación para lograrlo. De hecho, es suficiente solo con hacer los ejercicios de respiración durante cinco minutos, incluso menos, cuando dominas la técnica. Se trata de un método muy práctico, que puedes llevar a cabo en cualquier lugar y prácticamente en cualquier situación.
1. Respiración equitativa
Este es uno de los ejercicios iniciales que se practican en meditación, yoga y otras disciplinas.El objetivo es generar un equilibrio entre cuerpo y mente.
Para practicarlo, solo toma aire mientras cuentas hasta cuatro, después expúlsalo contando de nuevo hasta cuatro. Se trata de una respiración nasal.
2. La respiración abdominal
Los ejercicios de respiración abdominal son ideales para llevarse a cabo en momentos de estrés puntual e intenso. Por ejemplo, antes de hablar en público, o antes de una entrevista de trabajo. l
La técnica es la siguiente: coloca una mano sobre tu pecho y la otra en el abdomen; inhala el aire profundamente por la nariz, y nota como tu abdomen se va inflando como un globo. Ayuda conscientemente a hincharlo mientras inspiras, para luego deshincharlo cuando exhalas. Repite entre 6 y 10 veces por minuto, durante 10 minutos.
3. Respiración Nadi Shodhan o con las fosas nasales alternadas.
La respiración alternada se recomienda especialmente para aquellos momentos en los que buscas solución a una dificultad y no la encuentras. También cuando no logras concentrarte o sientes que no se te ocurre una buena idea, por más que le das vueltas.
La técnica es como sigue: con tu dedo pulgar, oprime la nariz y cierra la fosa nasal derecha. Luego inhala profundamente, hasta donde te sea posible. Cuando hayas llegado al límite de la inhalación, coloca el dedo en la fosa izquierda y expira por la derecha. Repite, alternando las fosas nasales durante unos cinco minutos.
4. Relajación progresiva de Jacobson
Esta es uno de los ejercicios de respiración que puedes realizar siempre que te sientas nervioso o inquieto. Muy recomendable para esos momentos de angustia, en los que nos sentimos en peligro sin poder identificar aquello que nos amenaza. También es muy aconsejable para conciliar el sueño, ya que, como el nombre lo indica, lleva a una relajación progresiva.
La técnica de relajación progresiva Jakobson fue creada en 1929 y aún hoy sigue siendo una de las más utilizadas. Básicamente consiste en tensar y relajar distintos grupos musculares. Esta técnica se basa en que los pensamientos y comportamientos asociados al estrés provocan tensiones musculares. Cuando estamos tensos, nuestra percepción del estrés y la sensación de ansiedad aumenta. Al relajar la musculatura, conseguiremos controlar esas sensaciones.
Para obtener unos buenos resultados, la técnica debería practicarse durante al menos siete semanas. En este tiempo, la persona tendrá que aprender a tensar y relajar dieciséis grupos musculares de todo el cuerpo.
Para realizar esta técnica sigue los siguientes pasos:
- Inhala profundamente llevando el aire a tu abdomen. Al exhalar, deja que tu cuerpo empiece a relajarse.
- Cierra los puños. Aprieta los antebrazos, los biceps y los pectorales. Mantén ese tensión durante 7 segundos y afloja. Nota cómo brazos y pecho se relajan.
- Arruga la frente y mantenla así durante 7 segundos. A la vez rota la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro. Afloja y siente la relajación en la zona.
- Arruga la cara. Frunce el entrecejo, los ojos, los labios, aprieta la mandíbula y encorva los hombros. Mantén la posición 7 segundos y afloja, centrándote en las sensaciones que la relajación te produce.
- Inspira profundamente y arquea la espalda suavemente. Mantén la postura 7 segundos y relaja.
- Inhala profundamente y saca el abdomen, dejando que se hinche todo lo posible, mantén la posición 7 segundos y suelta. Fíjate bien en lo que notas en abdomen y espalda al relajar.
- Flexiona los pies y los dedos de los pies. Tensa los muslos, las pantorrillas y los glúteos. Mantén la tensión durante 7 segundos y afloja.
- Para terminar, estira los pies como una bailarina, a la vez que tensas muslo, glúteos y pantorrillas de nuevo. Pasados 7 segundos suelta y siente la relajación.